Hoteles en silencio
Ya empieza a haber países civilizados que reconocen hasta qué punto la contaminación acústica afecta a nuestra conducta y hasta a la salud, aunque nuestros jóvenes no van a sufrir de este problema porque con esos bacalaos, coches tuneados, MP3 y otras ordinarieces por el estilo, en pocos años estarán sordos como mendrugos.
Yo huí de Madrid por varios motivos a cual más contundente, pero uno de ellos fue por el ruido.
Hoy me paseo con un sonómetro y denuncio aquellos bares que tienen televisores a todo trapo, aunque, como esto es España, nadie me hace caso.
Pero cuando encuentro un silencio, me paro y lo disfruto como si fuese un regalo del cielo.
En esta sección les daré pistas para disfrutar de hermosos silencios.
Los silencios
En cada hotel describiré los silencios de que los huéspedes pueden gozar, porque silencios hay muchos, tantos como vientos o atardeceres.
Está en monótono silencio del mar, el dulce rumor del río, el aterrador del corazón de Los Picos de Europa...
También hay silencios húmedos, como los tenues de A Terra Chá lucense, o áridos, como aquel que escuché en las dunas del Gran Erg Oriental (العرق الشرقي الكبير), junto al oasis de Douz (دوز) y del que siempre recordaré como sonaban las pisadas de un grupo de jinetes cabalgando a media noche por la arena.
Hay ruidos cursis, como el de los pajaritos que trinan en las rosaledas del palacio de Aranjuez cuando no hay avalanchas de turistas japoneses, o silencios solemnes, como el de la catedral de León desde que han hecho peatonal todo el barrio húmedo.
El más inquietante que jamás he sentido, es el del bosque de coníferas de la Mota de Cetín, un extraño monte, una inmensa mole calcárea de relieve kárstico, a la que solía ir a pasear cuando vivía en Romillo y donde celebramos algunas tenidas porque era como un templo, una campana de silencio creada por la Madre Naturaleza.
En esta sección les contaré los diferentes silencios que se pueden escuchar en los muchos hoteles que visito, aunque no creo que vaya nunca a esos de hielo que hacen en Laponia.
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